jueves, 16 de junio de 2016

Triste realidad de un padre abandonado

Un anciano barría su casa con gran ánimo y alegre. Antonio Avila, un amigo que lo visita constantemente le pregunta: —¿Por qué se encuentra tan contento?—  Mirándolo fijamente a los ojos le respondió: —¡Don Tono, fíjese que mi hija me ha llamado y me dijo que va a venir a visitarme; por eso estoy arreglando mi casa!
—Que bien—, le contestó Antonio, mientras le estrechaba la mano —Me la saluda y que pasen un buen momento. Gracias don Tono—, respondió el anciano, mientras continuaba sacudiendo y barriendo el interior de su humilde vivienda. Antonio se alejó muy contento, al saber que su amigo solitario pasaría un feliz día del padre, al lado de lo más preciado, una hija.
Al día siguiente esperando tener el placer de conocer a la hija de su amigo, Antonio pasó de nuevo al lugar. Encontró al anciano triste y al preguntarle por su hija, agachando el rostro respondió: —no vino ayer, ni hoy tampoco, creo que sólo quería saber si aun estoy vivo—, contestó triste aquel viejo.
Antonio miró a su alrededor y observó que todo estaba ordenado, el piso rustico pero limpio, esfuerzo de aquel hombre de avanzada edad que hizo con todo el amor que emanaba su corazón en cada latido que daba, con tal de agradar, abrazar a una hija que llevaba varios años ausente y ahora le había prometido visitarlo.

Antonio al contarme lo sucedido ¡en verdad! da tristeza. Te pido que si tú tienes a un padre o una madre en esta condición, visítalo, aunque no tengas que llevarle, ve y dale un abrazo. Para ellos tú presencia es más importante que muchos regalos y, recuerda que un día ¡tú también serás viejo!


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